sábado, 11 de septiembre de 2010

EXPERIENCIA EN OTRO TIPO DE NAVEGACION

No podía resistirme a dejar Venezuela sin visitar el delta del Orinoco.
Con la llegada de Begoña a estas tierras, ha conseguido que abandone por una vez, mi apego al ambiente salino y hagamos una visita a ese paraje lacustre espectacular.

Contratar la excursión de tres días desde Puerto la Cruz es tarea sencilla, cuatro horas de desplazamiento en auto hasta el poblado de San Juan de Puja, situado junto a uno de los caños por el que acceder al interior del delta en canoa.

Si en Roques el cromatismo eran los tonos azules, aquí, el verde de la selva es universal, surcada por los brazos del río de aguas marrones por donde nos adentramos en el “primitivo” mundo de los indios waraos.

La palabra “warao” significa “hombre de la canoa” y como tal es un pueblo que ha vivido ancestralmente ligado al mundo fluvial del delta del Orinoco.
En menos de media hora de navegación en una moderna canoa impulsada por un potente motor, arribamos a un campamento-palafito bien acondicionado al turismo ecológico, a medio camino entre un cómodo hotel y la recreación de un poblado “warao” cuyas habitaciones son reproducciones o más bien construcciones de cabañas indígenas, sencillas, abiertas al río por un lado, cuyo único extra es un colchón cubierto con una mosquitera, para que los “blanquitos” no seamos devorados por los “zancudos” durante la noche.



El modus-vivendi del “warao” es el río y su herramienta fundamental, la “curiara” una primitiva canoa, fabricada, o más bien tallada, a partir de un tronco de árbol, a base de azuela y fuego.
Este tipo de primitiva embarcación las hay de muy diferentes tamaños; desde las manejadas por niños de poco mas de cuatro años, a las que pueden ser ocupadas por una docena de adultos.

La experiencia en los tres días que hemos permanecido en el campamento ha sido enriquecedora, navegaciones por el río visitando los diferentes caños, una pequeña excursión por el interior de la selva, para experimentar que se siente entre la salvaje naturaleza.

Visita a una pequeña comunidad “warao” donde venden pequeñas artesanías y las salidas nocturnas en “curiara” con dos indígenas a “cazar” caimanes a mano, para después de la foto devolverlos a su mundo, ha sido gratificante, aunque como nos decían, cada vez son más esquivos y ya no se dejan coger con facilidad, aprenden rápido.


Pero la mayor y mejor experiencia que he sacado de este viaje turístico, ha sido poder manejar por mi mismo una “curiara” no es sencillo hacerse con la embarcación, aunque me jacto de ser habilidoso, primero hay que mantener un equilibrio constante, porque al menor descuido puede volcar con facilidad dada su precaria inestabilidad, luego el manejo de la pagaya para que la “curiara” avance en linea recta, es otro cantar, pero poco a poco y después de fijarme como lo hacen los indios, doy con la clave y en un par de horas ya puedo dirigirme donde quiero
Al tercer día, pido a nuestro guía que preferimos separarnos del grupito y hacer la excursión prevista por nuestra cuenta en la “curiara”, visto mis progresos, no ponen ningún impedimento.

Con una botella de agua, la bolsa estanca para las cámaras de fotos, alguna otra cosilla y otra pagaya para que se ejercite Begoña, disfrutamos toda una mañana recorriendo los diferentes “caños” próximos y no tan próximos al campamento.
Una maravilla, meternos por intrincados canales y recovecos, llenos de mangles,
moriches, jacintos de agua, victorias regias, palmeras de las más variadas formas, un sin fin de exuberante vegetación, habitada por guacamayos, loros, algunos monos aulladores, muy esquivos, mariposas de vivos colores y tímidos caimanes, de los que solo oímos el chapoteo entre la vegetación, al zambullirse en las marrones aguas.
Esto si ha sido una auténtica experiencia por la que bien ha merecido la pena hacer de “turistas”


Angel Viana

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