jueves, 26 de mayo de 2011

LAS PEORES TORMENTAS NO SE PASAN EN LA MAR

Cada vez me cuesta más los regresos a tierra firme, cada vez siento más aguda la presión de la sociedad en la que he vivido toda la vida. El cambio de ubicación y con lo que me encuentro, es como un mazazo en el bajo vientre.
Los temas burocráticos, la crisis en boca de todos, el tumulto de las calles, las prisas del tráfico, las normas, que cada vez que llego me sorprendo con algunas nuevas, todo eso me asfixia. Se vive en un mundo lleno de restricciones que cuando te desarrollas en él, ni te das cuenta dónde estás metido.
Todo esto, desde que he llegado, me ha creado una angustia casi sin darme cuenta y para colmo, mi prejubilación y con ella mi libertad ha sido puesta en entredicho, porque a este maremágnum caótico en que nos han sumido, algunas empresas hacen de las suyas con inversiones fraudulentas que luego se traduce en que te pueden llegan a dejar con una mano delante y otra detrás

Me siento extraño en este cambio de escenario. Los primeros días en los que en otro tiempo era mi ciudad y mi casa, ahora la siento impersonalizada, como una de tantas que he visitado a lo largo de mi vida
Es difícil de volver a estar amarrado en tierra, es difícil acostumbrarse a unos horarios de cosas que hacer, es difícil adentrarse en el redil de la mal llamada civilización, es difícil tantas cosas que ya creía superadas, pero la dura realidad es que aún estoy lejos de poder salir de la rueda a la que estamos atados aunque no he tenido más remedio que permanecer por un tiempo alejado de mi barco y del mundo que he tomado por mi casa.




La burocracia de momento me tiene atrapado, he de resolver papeles y papeletas que aborrezco, quiero ser plenamente libre, pero qué difícil es conseguirlo, aún más cuando dependes de incompetencias, tejemanejes y contubernios de los que manipulan los hilos sociales.
No he sido lo suficientemente valiente como para haber hecho de mi capa un sayo y despojarme por completo de los lastres, que desde tiempos inmemoriales han ido creando en nuestro interior con improntas de seguridad y futuro, pesadas cadenas con que nos lastran, teniéndolas que arrastrar de por vida y de las que solo podremos librarnos con el punto final o en el mejor de los casos, con una fuerza interior que haga saltar en mil pedazos los miedos.
No pretendo con esto hacer política del nuevo movimiento 15M, o de los "indignados", como gustan llamarse, pero el sentimiento de esos jóvenes que se ha hecho oír, ha puesto nombre y apellidos a "algo" que apoyaré, porque como muchos, yo también me siento indignado.




Pero como digo, en estos momentos, aunque navego por estas difíciles aguas, pronto retornaré al cálido Caribe de aguas transparentes, a mi querido barco, a mi Rufino y a los tranquilos atardeceres de tropicales tonalidades, que reconfortan mi espíritu.
Mientras añoro sentimientos de paz, heme aquí, en tierra firme, por pocos días ya, soliviantando mis angustias con el calor de la gente cercana, con el apoyo de Begoña, que como en tiempos pasados ha sabido estar a mi lado en las dificultades,

cortas salidas de navegación por aguas del Abra, escapadas por los montes próximos a Bilbao, para fortalecer los músculos y el espíritu que alimente las ansias de mirar a lo lejos un futuro mejor y más optimista.

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