viernes, 25 de junio de 2010

VENEZUELA

Como esperaba, la derrota hasta Venezuela en solitario, no me ha defraudado un ápice, es más, era la primera vez que navegaba dos noches seguidas y puedo decir que la experiencia ha sido entretenida y tranquila, incluso se me ha hecho corta, si no fuera por las últimas tres terroríficas horas de navegación a motor, sin viento y bajo un tórrido sol de justicia.


Aunque a decir verdad, la travesía no ha sido puramente en solitario, porque navegar junto al Cap's III ya es una tranquilidad saber que no lejos de ti hay alguien vigilando, cuando a ratos te echas a dormir.
La lectura de la travesía, ha sido una enriquecedora prueba, por si en el futuro he de afrontar algún largo crucero en solitario. Desde luego bien es cierto, que no tendría ningún problema ni de sueño ni de soledad, pero como en todo, me gusta probar para conocer los resultados de antemano.

El más vivo recuerdo que me queda, a parte de la navegación, han sido los contrastes de luz producidos por nuestro viejo astro rey; al amanecer como si la guerra atómica se hubiera desencadenado a nuestras espaldas y el posterior dantesco incendio del atardecer, toda la gama del rojo, dando al cielo un aspecto de encontrarse en llamas.



Teníamos cierta incertidumbre de navegar estas aguas, por todas las historias de inseguridad que se oyen en torno a las costas venezolanas y aunque no soy miedoso, me gusta escuchar la sabiduría que encierra el refranero español “si el río suena, agua lleva” y por tanto, hemos evitado hacer la travesía por el lugar lógico y más corto, eligiendo una ruta lejos de las costas para llegar a Puerto la Cruz asumiendo menores riesgos.

La marina de Bahía Redonda, nos ha acogido con los brazos abiertos, no obstante, la anteriormente apuntada inseguridad, ha hecho que los innumerables cruceristas que hace apenas un par de años recalaban por estos pagos, tomen ahora otras rutas, provocando que el náutico se encuentre a menos de la mitad de su aforo y muy poquitos los transeúntes que lo habitamos.


La estancia en los días posteriores, está siendo de mi gusto, tranquilidad, facilidad de conseguir necesidades, avituallamientos y poco a poco nuestra sicosis va remitiendo, aventurandonos a traspasar la cancela metálica separadora de dos mundos antagónicos, el rico y el pobre, para comprobar en primera persona la aplastante realidad del país, que en tiempos no muy lejanos era el paradigma de la prosperidad.


Dos realidades bien diferentes a escasos metros una de la otra


Desde que llegué a la marina, parece como si ya hubiera llegado a una meta, mi habitual frenesí por mantener todo en orden y a punto, parece haberse relajado, supongo que en consonancia con el ambiente de calma que se respira, falta poco para que lleguen mis amigos y se que con ellos arribarán de nuevo las actividades.
La vida del transmundista es esa, trepidante, relajada y en ocasiones, colocarse una venda en los ojos, para no ver las realidades.

Angel Viana

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