domingo, 11 de julio de 2010

A LAS PUERTAS DEL PARAÍSO

Los días en Puerto la Cruz me han sentado bien, ha sido un cambio en la rutina diaria del navegante, desacostumbrado a una prolongada permanencia en puerto, la llegada de mis amigos Iñaki y Joakin a pasar en mi compañía sus vacaciones, también ha contribuido al cambio.
No demoramos demasiado la partida hacia las paradisíacas islas, de las que tantas historias hemos oído, primeo a Tortuga.
La inseguridad de la costa en la que nos encontramos, sigue pesando sobre las decisiones a tomar en cuanto a la navegación, por eso hacemos la salida pasada la media noche, sin luces y sin previo aviso, quizás estamos un poco neuróticos por la seguridad, pero más vale prevenir, porque son muchas las historias de asaltos que nos han contado últimamente.

Afortunadamente, una vez más, no ha ocurrido nada desagradable y arribamos a nuestro primer objetivo satisfactoriamente, la isla de la Tortuga.

Ahora comprendo porque una isla de bastantes hectáreas, solo sea habitada por unos pocos pescadores. En toda su extensión es un secarral páramo, de escasa vegetación rastrera, a florando unos pocos metros sobre el nivel de las aguas, pero sus playas de arena blanquísima, fina como la harina, y aguas trasparentes, son un placer para los sentidos.


Otro de los mitos que aquí he desterrado es la leyenda de animadversión que tienen los pescadores de la zona hacia los navegantes. En Tortuga hemos conocido a Moncho, entrañable paisano, afincado en la isla, que nos ha abierto las puertas de su humilde cabaña, relatando historias de naufragios, de rescates, de solidaridad y de piraterías.
Nos ha dado referencias para visitar a otros pescadores amigos y familiares en los Roques, que nos facilitarán nuestra estancia por aquellos parajes insulares.
Las despedidas, aunque ya voy acostumbrándome, son tristes, pero se que volveré a visitar a mi amigo en un par de meses, antes de la partida definitiva de aguas venezolanas, al que traeré desde Puerto la Cruz unos encargos que me ha hecho.

También de noche, como me gusta, hacemos la travesía hacia la isla de los Roques, tengo interés por enfrentarme a la navegación entre arrecifes, con cierto regusto de placer y temor ante las dificultades que nos han anunciado.


Pero como todo lo idealizado se magnifica y no suele ajustarse a la realidad, aquí no está siendo una excepción, el peligro aun siendo latente bajo las aguas, no lo considero más dificultoso que navegando en otros lugares no menos conflictivos, aunque el soy consciente de que el auténtico peligro puede llegar si se baja la guardia, menospreciando las mínimas normas de seguridad en navegación y los fondeos.


Los primeros días por estas aguas son de reconocimiento de las islas aledañas al Gran Roque, situadas más al norte, las más poblada de turistas en la campaña veraniega que acaba de comenzar.

Día a día cambiamos de ubicación buscando despertarnos cada mañana en un marco incomparable diferente, aunque las cálidas aguas color turquesa, sigan siendo las mismas, vayamos donde vayamos.

Somos conscientes que el disfrute y bienestar hemos de encontrarlo en nosotros mismos, siendo indiferente si hoy hace sol o mañana llueva. Todos los días proponemos actividades, paseos por las islitas, buceo entre los arrecifes, pesca submarina cuando nos apetece disfrutar de cocina marinera y ahora en el Gran Roque la no menos agradable tertulia, con mis amigos, en la terraza de un bar,
frente a la playa, saboreando una cerveza fresca y viendo a los pelícanos zambullirse cerca de la orilla, entre las barcas de los pescadores, como decorado de fondo en la obra que por propia iniciativa y un poco de fortuna, he conseguido protagonizar

Angel Viana - Roques de Venezuela

1 comentario:

  1. Muy bonito el sitio. Dice Cocúa Ripoll, en su libro de vuelta al mundo, que algunos navegantes hacían negocios con conchas (micro conchas)...por si buscas otro entretenimiento...

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