viernes, 5 de noviembre de 2010

PASAMOS DE PÁGINA

Pues ya hemos pasado de página y abrimos nuevo capítulo. El recuerdo que Begoña dejó a su paso por el Bahía las Islas, no me ha dejado indiferente. Tengo claro que muchas cosas han cambiado en conceptos que tenía de ella, es obvio que con su descubrimiento del mar y todo lo que significa, ha hecho que nuestra longeva amistad se haya hecho más significativa.

Con nuevas perspectivas en mente, estaba ansioso por abandonar Venezuela y no lo he pensado dos veces en echarme a la mar, a pesar de que el ciclón Tomas venía pisándome los talones, pero sabiendo por las previsiones, que tenía un buen margen de días ante su llegada, no lo he dudado.

La navegación de dos días y la más larga realizada en solitario me ha dejado como siempre un cúmulo de sensaciones placenteras, no soy un navegante solitario al uso, pero de vez en cuando me gusta reencontrarme conmigo mismo, con mi barco, con el mar, sin más quehaceres que lo que él me vaya pidiendo, sin menospreciar la estrecha relación que mantengo con Rufino, cada vez que navegamos, más incluso que cuando estamos en tierra.

La arribada a Curaçao me ha deparado un sabor agridulce; por una parte la seguridad del puerto, la tranquilidad de que dormirás la noche de un tirón sin despertarte pensando si te has pasado unos minutos de más sin vigilancia, pero por la otra, descubres que aunque sigues en el Caribe, es como haber dado un salto en el espacio-tiempo y encontrarte en la vieja Holanda, todo ordenado, bien dispuesto y caro, pero bueno, la estancia es circunstancial por la llegada de mis amigos y a buen seguro que no dejaremos al Bahía las Islas criar mejillones en su casco.

Por otro lado, este cambio me ha traído un pequeño bajón anímico, no quiero analizar a fondo de que se trata, pero es como que la salida de Venezuela haya puesto fin al verano, empieza el nuevo curso y mi mente aún no tiene la impronta de que recomenzar, es lo cotidiano de mi vida, en constante descubrimiento del día a día.
También la estancia en la Marina de Santa Bárbara, me ha dejado un poco descolocado, mal comunicada y falta de servicios, de donde es necesario disponer de un vehículo para poder moverte, pero los ánimos de Begoña y mis amigos,

desde Bilbao y otras latitudes, ha conseguido que no tarde en recuperar la moral. No soy hombre de altibajos, pero a veces hay que rendirse a las evidencias de que tenemos un corazoncito con diferentes ritmos de latidos

Angel Viana

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